La rioja siglo XXI
Es la mañana, más específicamente las ocho menos diez. Estoy viajando en el colectivo, junto con mis compañeros, rumbo a la universidad. De un momento a otro una amiga se siente mal, muy mal. Paramos el cole y nos bajamos los cuatro. Ella está mareada y sus piernas apenas la sostienen. ¿Qué hacer bajo estas circunstancias?¿Pedir auxilio? Puede ser. ¿Desesperarse y ponerse nervioso? Mejor no.¿Ponerse a rezar? Tal vez en otro momento. ¿¡Qué hacer!? Ir al hospital. Es lo más natural o tendría que serlo. Nos ponemos activos los cuatro (incluida mi amiga que se sentía mal) y vamos en taxi al hospital. Ok. Buena decisión diría el sentido común o el buen juicio. Más o menos diría yo. Llegamos, la guardia es una especie de túnel de un estadio de fútbol (por la que salen los jugadores a la cancha ¿viste?, aunque, a decir verdad, me parece que comparar los túneles de boca o river con la guardia del hospital, descascarada, tétrica y sombría debe ser como comparar un día soleado en la playa o las sierras –o porqué no en la costa riojana- con un día en Irak... siendo iraquí ). Bueno, ya en la guardia y bajo esas circunstancias una señora muy amable nos indica hacia que puerta teníamos que dirigirnos. Demasiado fácil pensé. Tuve razón. Luego de conocer toda la guardia y sus respectivas dependencias desembocamos en una especie de consultorio. Por fin llegamos!, y entramos presurosos. No tan rápido me decía otra vocecita interior. La otra vocecita tenía razón. Y vas a ver por qué. Con mi amiga acostada ya en la camilla y esperando un diagnóstico entró una enfermera, después entró otra enfermera y al tiempo otra. No hay caso, tal vez es demasiado pedir el tomar la presión con cierta profesionalidad. -Arriesgo el supuesto aviso del Hospital Vera Barros cuando solicitó profesionales : “Se necesita personal femenino, preferentemente con conocimientos en cebar-mate o afín, con experiencia en ponerse-el-guardapolvo-rápido-que-llega-gente, y conocimientos básicos de enfermería (no excluyente)”. Pienso que si los estetoscopios pudieran hablar ése hubiera pedido por favor que se apuren en la medición, de esa forma lógicamente podrían diagnosticar más rápido al paciente y atender su padecimiento. Nada de eso sucedió. Después de un largo rato de infructuosos intentos nos enteramos que la presión de mi amiga era de ocho. Bastante baja. Ocasionada, por cierto, por no desayunar. Mas calmos ya, luego de que la acostaran con los pies hacia arriba, intenté preguntar donde había un baño. Mala idea. El único baño pertenecía a una habitación semi-privada donde se encontraban dos pacientes mayores convalecientes. Pregunto si hay otro. Me dicen que tenía que salir fuera de la guardia, por la calle interna del hospital, y dar la vuelta y luego girar a la derecha y después... No tenía tanto tiempo (dicho en criollo, no llegaba, me meab@...). Me resigno. Voy al baño de la guardia. La señora, que cuidaba al anciano que dormitaba en la cama más cercana a la puerta del citado baño, me dice que no hay agua para limpiar el inodoro. Bien. Me parece inútil explicar la in-habitabilidad de ese pequeño prisma de un metro por un metro el cual es utilizado por pacientes, familiares, enfermeras, doctores, visitantes ocasionales, etc., porque lograría que dejes de leer este pequeño párrafo. De más está decir que apenas recuperada mi amiga (cuya curación se produjo por el paso del tiempo y el propio equilibrio del cuerpo humano -homeóstasis-, y no por la acción o mejor dicho la inacción de los profesionales de la salud) huimos del lugar despavoridos, previo trámite burocrático, ya que, como nunca llegó el médico de turno para revisarla, se tuvo que dar el alta voluntario -ha!,eso si, firmando una planilla-, que, a esa altura, fue la mejor decisión del día ... doy gracias que nos dejaron salir.
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